jueves, 13 de diciembre de 2012

ES EL PODER JUDICIAL, NO LA JUSTICIA…

Desde hace casi diez años, las batallas culturales y políticas tuvieron una presencia trascendente para nuestra historia. Nacieron del enfrentamiento de un pensamiento colectivo, con el de corporaciones que se fortalecieron en la década de los ’90, apoyados por una minoría social pero con fuerte incidencia política, económica y judicial en nuestro país. Los grandes cambios tuvieron impacto social inmediato, y fueron reconocidos por las mayorías de los argentinos. Hoy la discusión coloca al poder judicial de cara a la sociedad y le exige una administración de la justicia con soberanía e independencia real. El debate seguramente va permitir un avance y un mejoramiento de las instituciones democráticas. Despejarse de las influencias de estos sectores sin legitimidad social fue una tarea que inició el presidente Néstor Kirchner desde que asumió en el 2003. El control de un Estado asechado por fuerzas anquilosas a los largo de la historia no le fue sencillo. La reforma de la Corte Suprema, la expulsión del FMI , la cancelación de la deuda, la derogación de las Leyes de Obediencia de Vida y Punto Final, TODAS ESAS fueron batallas madres que permitieron que el proyecto de país tuviera un anclaje social y una fuerza que lo acompaña sin condiciones. En el gobierno de Cristina de Kirchner, las batallas fueron y son de un alcance social mayor. El conflicto de la 125, con un sector de la patronal ruralista implicó una discusión Que atravesó a la sociedad en su conjunto. Con menor impacto social pero no menos polémica fueron las medidas de control de la moneda extranjera, el dólar; las reformas del Banco Central y ley de medios para la democratización de las palabras; la legislación para el matrimonio igualitario. Estos fueron algunos de los cambios de ampliación de derechos. Son batallas culturales porque muchas posiciones tienen sus fundamentos en hábitos, comportamientos que de manera sistemática la sociedad realiza aun a pesar de ir en contra de sus propios intereses. Los cambios propuestos movilizan a la sociedad porque se remueve aquello que parecía natural con lo que se convivió y convive desde hace mucho tiempo. A este tipo de aceptación son a los que la “sociedad se acomoda” muchas veces por temor. Los cambios exigen tiempo y, tal vez, nuevos replanteos. Aun así la mayoría acompaña este proceso político con un apoyo popular en las urnas que le permite seguir adelante. Sobre todo las nuevas generaciones que ingresan con menos prejuicios históricos al debate. Hoy esta batalla es en el terreno del poder judicial, una zona central para el funcionamiento de la democracia. El poder judicial argentino montado sobre un sistema jurídico, una ingeniería que se diseño en la década neoliberal administra la justicia a espaldas a la sociedad. Sobre esto existe una visión generalizada, de la complicidad de este poder con el de las mafias, las grandes corporaciones etc. la sensación de que existe justicia para ricos y otra para pobres esta respaldada por una cantidad de ejemplos contundentes. Seguramente cualquier mecanismo de acumulación de pruebas sería abolido por esta maquinaria del poder judicial. ¿Como persuadimos A los magistrados con las pruebas de lo que estamos diciendo? ¿Como les explicamos los vecinos de cualquier barrio que nos señala los lugares de ventas de drogas de que existe una justicia que se va encargar de atacar ese delito? ¿Cómo le explicamos que los responsables de administrar la justicia no conocen estos nidos de corrupción? Entonces ahí surge el silencio. El llamado a silencio. Por la supervivencia. La autocensura. Y el descrédito hacia la justicia y a las instituciones. Se instala en lo más profundo del sentido común viejos valores, volvemos hacia otras otra vez. Por eso mismo este debate es alentador, porque lo abre, nada más y nada menos, que la presidenta de la Nación. Porque en sintonía con el pueblo los invita a que den un paso hacia adelante, y hablen de cara a la sociedad. Y ya hablaron con los fallos del caso Marita Verón. Ahí, estuvo la voz de una parte de la corporación, encubriendo a los mafiosos, a los criminales, a los traficantes de personas de estupefacientes etc. A nadie en este país le cabe duda de que ese fallo es hijo de la corrupción.

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